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El Barcelona sigue corriendo felizmente por el paraíso. Por fin puede gritar al mundo entero que con 99 puntos es el campeón de la Liga más desigual y exigente de la historia, por fin respira aliviado al triunfar en una tarde de pasión desenfrenada con medio país paralizado, pendiente de dos escenarios ubicados a casi 1.000 kilómetros de distancia. Cerró 2009 firmando un contrato con la eternidad en Abu Dhabi y confirma su magnitud en 2010 mientras su enemigo íntimo se resigna a vivir a la sombra de un campeón colosal. Los tiempos han cambiado.
En media hora, el Barça rellenó el formulario no sin antes temblar ante un arranque efervescente del Valladolid, encolerizado en los primeros compases para ir menguando ante la aplastante superioridad local. Pero esta Liga merecía otra ración de angustia y colaboró con la causa Víctor Valdés, precisamente uno de los más seguros durante todo este curso de arrebatos. Controló mal el balón con los pies, le presionó Pedro López y se encontró la pelota Manucho con la portería totalmente vacía, sinónimo de gol cantado. De la nada, emergió un providencial Puyol para respiro del socio/simpatizante, que se niega a desprenderse del uniforme de sufridor nato y pasó diez minutos iniciales de incómodos sudores fríos. Perdido sin Xavi, y sorprendido por el descaro de Javier Clemente, el conjunto catalán tardó en sacudirse la inquietud, aunque las noticias que llegaban desde La Rosaleda aliviaban a la parroquia y de paso a los jugadores, mucho más sueltos al saber que el Real Madrid empezó con mal pie su compromiso en Málaga.
Este tipo de partidos no toleran grandes florituras y sólo Messi se animó entre la sosería colectiva. Un par de detalles del argentino conectó al Barcelona y se contagió Pedro, tan decisivo en los dos tantos del primer tiempo como en los momentos puntuales de esta campaña interminable. Para abrir el marcador, se benefició de un error embarazoso de Luis Prieto, incapaz de repeler un balón sin aparente dificultad. Ya cuesta abajo, resolvió con maestría ante Jacobo después de que Messi le dejara totalmente solo ante el meta pucelano. Media hora, 2-0 y fiesta mayor en el Camp Nou.
Con todo resuelto antes de tiempo, se vivió una hora de fiesta hasta el final en la que únicamente se sintió extraño el Valladolid, condenado a regresar al infierno pese al arreón improductivo desde que llegó Clemente. Además, quedaba el disfrute de Messi, obligado a terminar a lo grande un ejercicio inolvidable. Con sus dos tantos —el primero después de una gran acción de Touré Yayá, cerebro con criterio ayer—, igualó al gran Ronaldo, que en la temporada 1996-97 festejó en 34 ocasiones. Su fútbol es incalculable.
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